Muchos hemos vivido y casi todos sabemos que una de las experiencias más dolorosas y fulminantes que puede atravesar un ser humano es el desmonte total causado por la muerte de un ser querido. Es posiblemente el hecho que más duele, aísla, involucra, y por supuesto descoloca. Casi imposible de llevar, ya que para todo ser que ama, la ausencia de lo que más vida le daba va indudablemente a causar la pérdida de todo sentido, toda seguridad y todo aliciente.
Llevo mucho tiempo apoyando en el duelo por la pérdida por muerte de un ser querido. Ahora, si me permitís, quisiera compartir con vosotros este nuevo e inesperado duelo generalizado que nos ha sorprendido descolocándonos sin dejarnos tiempo ni espacio para recolocarnos. Me refiero a lo que estamos viviendo ahora por causa de esta pandemia, ya que para muchos se está convirtiendo en un magno duelo por la pérdida de todo lo que había sido su vida antes. Esto significa la desestabilizadora ausencia de todo aquello que habíamos dado por hecho, quizás incluso ignorado y posiblemente poco valorado, pero que ocupaba, daba sentido y llenaba nuestras horas, minutos y segundos.
Podríamos decir, que todo aquello que nos mantenía activos y destacaba nuestra importancia a través de lo que hacíamos, comunicábamos y compartíamos ha desaparecido. Actividades que llenaban nuestro tiempo... tiempo que ahora parece haberse tornado eterno y aparentemente vacío de contenido ya que todo lo que significaba comunicación e intercambio con amigos y relaciones, todo lo que daba contenido a nuestras horas ha dejado de formar parte de nuestro día a día.
¿Son momentos de aislamiento que además están coartando nuestra capacidad para poder ser más allá de nuestro entorno reducido? En estos momentos vivimos este esencial interrogante de formas que antes jamás hubiésemos soñado y ahora encontramos que nos están faltando respuestas.
La muerte de un ser querido está en el centro de todo sufrimiento. Es la máxima pérdida que puede experimentar un ser que ama. Pero sin querer menospreciarla, en estos momentos estamos sumergidos en vacíos que jamás podríamos haber imaginado antes. En estos momentos estamos siendo forzados a duelos no conocidos ya que muchos estamos viviendo una lenta pero contundente realidad, resultado de la falta de casi todo lo que posiblemente conformaba nuestra vida antes.
Todo ha cambiado. Nuestra vida ha dejado de ser aquella que, no siendo la perfecta, ahora daríamos todo para poder recuperar.
Casi me duele tener que resaltar esta realidad dura y para muchos, solitaria, pero pienso que quizás nos pueda ayudar a reconocer parte de la dureza del momento, identificarlo y descubrir cómo nos está minorando para que podamos transformarla y poner remedio.
Es evidente, que el remedio por ahora no puede ser físico. Pero yo pienso que, si podemos reconocer esta nueva fuerza que está surgiendo del tener que adaptar y seguir, podremos también identificar nuevos recursos que antes no teníamos, reforzar la forma en que lo estamos llevando y esto nos dará el aliciente para seguir y solucionar.
Podemos empezar por ser conscientes de la extraña sensación de no tener lo que teníamos antes, de no poder hacer lo que hacíamos antes, de echar de menos lo que posiblemente antes no valorábamos reconociendo así los cambios, las faltas, los miedos, las negaciones...
Están siendo momentos importantes y posiblemente serán inolvidables. Yo os invito a reconocer vuestra incomodidad y tristeza y con todas las fuerzas y remedios que vienen de la intrínseca capacidad para hacerlo de la mejor forma posible y así descubrir, reconocer y potenciar todo lo nuevo y fortalecedor que está surgiendo desde la profundidad de vuestra heroica supervivencia. Todas las nuevas cualidades y capacidades que ante algo que jamás hubiésemos podido imaginar ya os están regalando un nuevo presente y manera de superar y ser.