Cuando hablamos del duelo en nuestra sociedad, en general, nos referimos a la muerte de un familiar o alguien cercano. En estos casos se realiza una ceremonia característica, ya sea en el domicilio o en un tanatorio, en coherencia con las creencias y valores de quien ha fallecido. Es un momento de encuentro entre todas aquellas personas que han formado parte de la vida del que se ha ido y una forma social de despedida y de reconocimiento. Este acto supone un apoyo importante ante la pérdida para los familiares y allegados.
En el momento que estamos viviendo, además del dolor de la perdida del que ha fallecido nos encontramos con la imposibilidad de ese encuentro para cerrar socialmente los vínculos existentes. Al duelo por una perdida se añade el duelo por la perdida del contacto afectuoso de quienes formaban parte de una vida. En este momento los familiares no pueden acompañar durante el proceso de morir al enfermo/a. No pueden realizar los rituales tradicionales con el cuerpo ni pueden acompañar el entierro como era habitual.
Esta situación toma relevancia para muchas personas en este momento y parece que la situación va a ir aumentando ante el número de defunciones. Podríamos quedarnos en este tipo de duelo que afectaría solo a algunos, sin embargo hay un duelo que nos afecta a todos y ante el que sentimos tanta impotencia como ante la situación que hemos mencionado, se trata del duelo por todas las perdidas que se ponen de manifiesto en esta crisis: duelo por la perdida del puesto de trabajo, duelo por la perdida de la libertad de movimientos, duelo por la perdida de valores, y podríamos seguir citando todas las perdidas posibles, probables o imaginadas que aparecen con fuerza ahora y para las que no tenemos herramientas que nos sirvan. Es posible que, como con todas las pérdidas a lo largo de nuestra vida, en esta ocasión aprendamos a encontrar el sentido de aquello que no podemos perder, una vez mas esta situación nos conecta con todo lo que ya forma parte de todos nosotros, con todo lo que nos ha permitido tener una sociedad rica en valores y capaz de seguir madurando aprendiendo de lo que se acaba. No perdemos nada, lo fundamental se quedará con nosotros, es momento de reconocer lo que hemos integrado y ser creativos a partir de lo que se va disolviendo.
Para aquellos que acaban de perder a un familiar, recordar que lo que nos une no tiene tiempo ni espacio. Cuando parece que no queda nada, lo que permanece es el amor.